viernes, 12 de septiembre de 2008

Noticia de un secuestro

Hemos visto en las noticias, numerosas informaciones sobre los horribles secuestros que azotan a Colombia. Seguimos de cerca las liberaciones, escrutamos las caras de los secuestrados cuando se encuentran con sus familiares, oímos las ruedas de prensa, leemos lo que esté a nuestro alcance, hacemos comentarios y emitimos opiniones. En fin, no escapamos a cualquier detalle que se presente en los medios de comunicación sobre este tema.
A través de este libro de Gabriel García Márquez, es posible hacerse una idea mucho más cercana, más profunda, y más humana de lo que viven las personas sometidas a cautiverio. Por petición de Maruja de Villamizar -secuestrada en los años 90-, este escritor colombiano se dedicó a la tarea de investigar arduamente un secuestro colectivo, que incluyó a diez personas, varias de ellas periodistas, para luego contar las distintas experiencias, y las expectativas e incertidumbres que vivían durante cada hora del encierro.
Además, es una narración que abre un espacio para comprender las dos visiones de un mismo problema: la de los secuestrados, encarcelados involuntariamente dentro de cuatro paredes, en cuartos mínimos y sucios, privados de comodidades, y aislados del exterior; y la de los secuestradores, obligados a ejecutar estas acciones para lograr ser políticamente considerados. Igualmente, se abre paso en esta historia, que también se vuelca un poco hacia el análisis, el tema de la humanidad y de las relaciones interpersonales que se establecen entre los secuestrados y sus guardianes, personas, que, aunque por distintas razones, son también obligadas a permanecer enclaustradas, privadas de su libertad, y sometidas a las mismas frustraciones que los que están bajo su yugo.
Es una novela que da luces sobre un tema que aún, después de tantos años, no se ha resuelto en Colombia, y, además, permite comprender, desde adentro, una realidad que ha sumergido en el caos a un país que goza de un gran potencial.

La guerra del fin del mundo


Esta es la primera novela de Vargas Llosa que leo y, sin duda, no será la última. En este libro tan grueso, el escritor peruano presenta una versión de lo que sucedió realmente en la República de Brasil, durante la Guerra de Canudos, a finales del siglo XIX.
Con una maestría impresionante, este libro, que para muchos pudiera ser interminable, perfila la historia de Antonio Consejero, una especie de profeta que se encarga de arrastrar a una masa de desvalidos hasta la hacienda de Canudos, con el objetivo de instaurar un orden completamente distinto, ajeno a los cambios y transformaciones que presentaba el nuevo sistema republicano.
Lo interesante de toda la trama es que se presentan múltiples interpretaciones de un mismo hecho, y se ejemplifica claramente que la verdad no puede ser absoluta en una sociedad convulsionada -y, bueno, en una sociedad apaciguada por la paz, tampoco puede existir una visión universal de las cosas-. Las posiciones políticas, económicas y religiosas, se hacen eco en el camino que siguen los personajes para entender lo que estaba sucediendo en Canudos, y para comprender, desde la propia óptica, un movimiento social que logró vencer a tres expediciones militares, de forma casi milagrosa. En todo caso, con descripciones detalladas de personajes, de situaciones y de ambientes, Vargas Llosa recrea un momento histórico brasileño, y permite revivir, dos siglos después, una época caótica que marcó el rumbo del país más grande de América del Sur.
Aunque sé que pude haber empezado a leer a Vargas Llosa con otra obra -por ejemplo, La Casa Verde-, no me arrepiento de haberme encontrado con este escritor a través de La Guerra del Fin del Mundo, porque pude transportarme hacia ese lugar diferente a todos los que he conocido, hacia esos personajes mágicos y complicados, que me hicieron comprender la dificultad para establecer una versión universal de las cosas que suceden, y la necesidad que existe de aceptar múltiples voces en este mundo tan enrevesado.