Hemos visto en las noticias, numerosas informaciones sobre los horribles secuestros que azotan a Colombia. Seguimos de cerca las liberaciones, escrutamos las caras de los secuestrados cuando se encuentran con sus familiares, oímos las ruedas de prensa, leemos lo que esté a nuestro alcance, hacemos comentarios y emitimos opiniones. En fin, no escapamos a cualquier detalle que se presente en los medios de comunicación sobre este tema.
A través de este libro de Gabriel García Márquez, es posible hacerse una idea mucho más cercana, más profunda, y más humana de lo que viven las personas sometidas a cautiverio. Por petición de Maruja de Villamizar -secuestrada en los años 90-, este escritor colombiano se dedicó a la tarea de investigar arduamente un secuestro colectivo, que incluyó a diez personas, varias de ellas periodistas, para luego contar las distintas experiencias, y las expectativas e incertidumbres que vivían durante cada hora del encierro.
Además, es una narración que abre un espacio para comprender las dos visiones de un mismo problema: la de los secuestrados, encarcelados involuntariamente dentro de cuatro paredes, en cuartos mínimos y sucios, privados de comodidades, y aislados del exterior; y la de los secuestradores, obligados a ejecutar estas acciones para lograr ser políticamente considerados. Igualmente, se abre paso en esta historia, que también se vuelca un poco hacia el análisis, el tema de la humanidad y de las relaciones interpersonales que se establecen entre los secuestrados y sus guardianes, personas, que, aunque por distintas razones, son también obligadas a permanecer enclaustradas, privadas de su libertad, y sometidas a las mismas frustraciones que los que están bajo su yugo.
Es una novela que da luces sobre un tema que aún, después de tantos años, no se ha resuelto en Colombia, y, además, permite comprender, desde adentro, una realidad que ha sumergido en el caos a un país que goza de un gran potencial.